martes, 22 de julio de 2008

Sin_titulo

-Soldados del 42 de reclutas de infantería estelar, embarquen en el transporte de clase III “Rãma”

La voz metálica resonó en todo el espaciopuerto de Nueva Delhi y los soldados hindúes se dirigieron con paso acompasado hacia la nave. Kevala recordaba su precipitada instrucción de apenas 4 meses, y de que aquellos hombres que le rodeaban que habían sido reclutados junto a él. Se dirigían hacia las extracciones mineras de Marte, que estaban siendo asediadas por las fuerzas venusianas. Su misión era tratar de atravesar el cerco y reforzar las defensas del planeta rojo.

Kevala repasó con cierto regocijo aquel momento de la historia en el que La India era la joya de la corona del imperio colonial británico; después, la independencia de su país y su posterior auge, para crear su propio imperio colonial en Venus, que ahora se volvía contra el mundo entero. Siempre le habían gustado esta clase de paradojas.

Su pensamiento fue interrumpido cuando un oficial de bajo rango (un teniente o un capitán como mucho, pensó Kevala) le pidió su nombre y su número de identificación antes de entrar a la nave, tras lo cual pudo atravesar sus puertas. Era un transporte equipado con armamento ligero, con una tripulación humana de unos 30 hombres, además del regimiento que en su interior estaba. Las naves de batalla de verdad no iban tripuladas, ya que un ser humano no tenia reflejos ni capacidad para manejarlas, y probablemente fuese incluso incapaz de resistir un enfrentamiento de menos de media hora consciente, debido a los tremendos cambios de velocidad que esas naves efectuaban; por ello, estas naves eran controladas por inteligencia artificial. Los transportes, como aquel crucero, sin embargo, viajaban a través del espacio con una velocidad constante, aunque elevada, girando alrededor de su eje central para simular gracias a la fuerza centrífuga provocada, una pequeña “gravedad” hacia las paredes de la nave, movimiento exclusivamente creado para que la tripulación tuviera una mayor facilidad para realizar su trabajo, ya que por regla general, los pasajeros permanecían en un coma inducido durante el viaje.

Los soldados terminaron de entrar pasados unos 20 minutos, y el “Rãma” despegó utilizando sus motores de combustión convencionales. Cuando por fin salieron de la órbita terrestre, ordenaron a los soldados, que nunca habían realizado antes un viaje espacial, que se dirigieran a los camarotes de descanso, donde les inducirían el coma hasta llegar a su destino. Después la nave encendió sus motores de antimateria, el orgullo de la tecnología de los laboratorios Narasimha de Bombay. La antimateria, átomos de antihidrógeno, estaba aislada por medio de campos electromagnéticos, y era liberada a la vez que se hacia lo mismo con una cantidad igual de átomos de hidrógeno, desprendiendo una gran energía al destruirse mutuamente. No necesitaban ni siquiera 200 nanogramos de antimateria para hacer el viaje, y desde que consiguió producirse a un bajo coste, los viajes interplanetarios fueron una realidad… así comenzó la colonización de Marte y el proceso de terramorfización de Venus, y la posterior guerra por la independencia y el control del sistema.

Kevala despertó cuando la nave entraba en la órbita de Marte, y se dirigía presta hacia él. El “Rãma” ya había reducido enormemente su velocidad, había dejado de rotar para alinearse con la superficie del planeta y sus motores de antimateria estaban apagados, cuando comenzó a penetrar en la tenue atmósfera marciana en dirección a las colonias del Valles Marineris, formadas por un sistema de “casamundos”, o cúpulas habitables, que proporcionaban a las colonias una protección contra la radiación solar y las condiciones adversas del planeta. La nave cayó sobre la superficie del planeta, junto a las cúpulas, en posición horizontal, y ordenaron a los soldados vestirse sus armaduras de nanotubos de carbono, adaptadas a la baja presión y temperatura, y a la falta de un aire respirable en la atmósfera. La gravedad en la superficie era sustancialmente menor, pero durante su corta instrucción, Kevala había sido entrenado para moverse en unas condiciones parecidas, aunque eso no le hacía sentirse más cómodo, al igual que la sensación de sentirse atrapado dentro de su propio casco.

Entraron en la cúpula más cercana, mientras veían salir un par de grúas hidráulicas mover el transporte hacia los hangares situados al lado de donde estaban. Kevala se quitó su casco y observó la ciudad colonial. Los edificios eran de algún tipo de polímero artificial, que debía ser expresamente producido para ello. Eran de un tono gris pastel, de no más de 2 plantas, debido a la altura limitada de las cúpulas. Sus techos, planos, estaban cubiertos por placas solares para aprovechar toda le energía posible. No obstante, la mayor parte de estos se escondían bajo la superficie. El suelo parecía de hormigón, y en los ciudadanos se adivinaban marcas del cansancio físico y del hastío mental, resignados a vivir en este ambiente totalmente artificial, pese a la abundancia de árboles, principales encargados de abastecer de oxígeno sus hogares.

Los soldados atravesaron las puertas de un edificio de una gran superficie, que probablemente estuviera destinado al ejército. Al llegar les ordenaron acudir a la sala de instrucción, donde el general Tarendra les explicaría en que consistía su misión. Una vez allí, Kevala se sentó en el lugar que le habían asignado y miró a sus compañeros, que probablemente fuesen quienes le acompañasen durante toda la misión. A su derecha se sentaba un hombre bajo y con una gran masa corporal. Tenía una barba oscura y una nariz prominente, pero una tez clara impropia de alguien de origen hindú. A su izquierda estaba un tipo alto, con cara de pocos amigos, con el pelo rapado y unas gafas rectangulares rematando su rostro. Iba a preguntar el nombre al hombre bajito cuando el general Tarendra subió al atril y comenzó a hablar en voz alta:

- Soldados del 42, os habla el general Tarendra. Quizás no sepáis que fuisteis atacados en las inmediaciones del planeta por una patrulla venusiana, que afortunadamente fue rápidamente neutralizada por nuestras naves de combate, sin nada que reseñar del enfrentamiento.
Vuestra misión es viajar a la colonia 27 (Nombre en clave: Gandhara) y reforzar las defensas alrededor del espaciopuerto, el más importante en esta zona del planeta, en Tharsis, junto al Olympus Mons. Allí os encontrareis al 12º batallón de ingenieros, y a los soldados del 7º y del 9º regimiento de infantería. Tardareis unos tres días en llegar hasta allí, usando los trenes de transporte de tropas. Una vez allí, se os encomendarán nuevas instrucciones.
Si todo va bien, una semana después llegarán otros 3 regimientos de infantería y un par de brigadas de blindados.
Nuestros informes de inteligencia nos dicen que es probable que Venus ataque la colonia 27 en menos de un mes, pero contaremos con tropas suficientes para repeler cualquier ataque. No obstante, los esfuerzos militares del enemigo están centrados en las colonias del Polo Norte del planeta, razón por la cual no podremos disponer de más tropas en vuestra posición.
Los habitantes del planeta y la India cuentan con vosotros, no les defraudéis.



A Kevala le invadió una sensación de inseguridad. Tenía la certeza de que algo malo pasaría que le impediría volver a ver su verde país… al fin y al cabo, ¿por qué no habían aterrizado directamente en aquella colonia? Entonces recordó el ataque que habían sufrido y pensó que quizás la nave había tenido que realizar un aterrizaje de emergencia.
Otro individuo subió al atril y comenzó a asignarles un destino, según su número de identificación. Como Kevala había supuesto, ya estaban colocados según iban a estar asignados. Le ordenaron ir a la quinta estancia de barracones, con el capitán Nagadhipa. Cuando llegó junto al resto de compañeros, el capitán comenzó a pasar revista y al terminar, les ordenó descansar para mañana, ya que a primera hora saldrían hacia Gandhara.

Kevala preguntó el nombre a su compañero de litera, el alto con cara de pocos amigos, y este se presentó. Se llamaba Malya y había sido reclutado junto a él, en Nueva Delhi, pero habían sido asignados a instructores diferentes. Trabajaba en una empresa de construcción, en la cual su padre era capataz. Su compañero le preguntó a Kevala a que se dedicaba, y este le contó que él estaba acabando la carrera de ingeniería eléctrica, y que le “convencieron” para que se alistase (se le llevaron arrastrando a la vez que pataleaba) mientras esperaba en secretaria a que le entregaran el título. A Malya le debió gustar la idea, porque desde entonces siempre le llamaba “sin título”, y consiguió que el resto de soldados también lo hiciera.

A la mañana siguiente embarcaron en el tren de transporte, que se movía por levitación magnética sobre un rail de acero, dirección Gandhara. Una vez allí les recibieron con los brazos abiertos. Acababan de ser atacados por tercera vez durante esta semana y aunque repelieron el ataque sin demasiados problemas, comenzaban a sufrir los problemas del desgaste; además, desde hace días les azotaban unas terribles tormentas de arena, razón por la cual no pudieron aterrizar directamente allí. Varias de las cúpulas habían sido destruidas y los colonos que bajo ellas vivían habían muerto en su mayoría. No obstante había otras tres cúpulas y el espaciopuerto estaba prácticamente intacto, dando la sensación de que las tormentas habían conseguido protegerlo, lo mismo que a la vía del tren. Además, las ametralladoras “Metal Storm” (las cuales funcionaban mediante impulsos eléctricos, que aceleraban los proyectiles a gran velocidad; y permitía además cargar un gran número de ellos en cada uno de los 64 cañones del arma, consiguiendo una terrible cadencia de disparo, de unos 32.000 proyectiles por segundo. No obstante, estas armas necesitaban ser recargadas cada poco tiempo, y para ello era necesario cambiar cada cañón por uno ya cargado, lo cual hacía necesario un par de auxiliares para recargar cada ametralladora) montadas en numerosas torretas dispersas por la ciudad permanecían intactas, lo mismo que los lanzagranadas (que funcionaban por el mismo sistema y que podían disparar granadas a una velocidad de vértigo) situados en las inmediaciones del espaciopuerto.

Al cabo de tres días la situación parecía alentadora, no habían recibido ningún ataque, habían reforzado las defensas con 5 ametralladoras más y cubriendo el complejo del espaciopuerto con barricadas; además que la moral de las tropas era realmente alta. Entonces, un sonido silbante se escuchó sobre sus cabezas: una veintena de lanzaderas de desembarco orbital cayeron a unos 500 metros al norte del espaciopuerto. Estos vehículos eran prácticamente como piedras huecas, con sistemas de estabilización para permitir un aterrizaje en la posición adecuada, y que servían para realizar un rápido desembarco de tropas. Las puertas metálicas se abrieron y comenzaron a salir soldados de ellas. En total habría unos 1.000 hombres, frente a unos 2.500 que había defendiendo la colonia. Tenían superioridad numérica y unas defensas bien montadas, así que no tenían más que hacer que esperar a que el enemigo se acercase. Estos lo hicieron con grandes zancadas, debido a la escasa gravedad, y las tropas hindúes acudieron raudas a repeler el ataque. Según comenzaron a sonar los disparos de las ametralladoras, otras tantas lanzaderas cayeron a 200 metros al oeste de las defensas del hangar del espaciopuerto, por lo que los soldados hindúes tuvieron que dividirse para contener al enemigo. Aun así, los venusianos necesitarían mucho más si querían entrar allí.

Kevala estaba en la zona norte cuando acabaron por destrozar a las tropas enemigas. Pese a la felicidad general, él estaba preocupado. Pensaba que no estaban más que probando sus defensas… y como leyéndole el pensamiento, un centenar de lanzaderas más cayeron del cielo rosáceo del planeta, cercanas al lugar de aterrizaje de las primeras. De varias de ellas no salieron soldados normales, sino exoesqueletos mecánicos pesadamente armados, del tamaño de 3 hombres de altura y con un blindaje verdaderamente impresionante. Las balas disparadas por las “Metal Storm”, que con tanta facilidad atravesaban las armaduras ligeras de los infantes, parecían rebotar contra estos ingenios mecánicos, y sus propias ametralladoras arrasaban a los defensores que frente a ellos estaban. Los oficiales ordenaron a los soldados con armas pesadas apuntar hacia ellos, y usar las granadas si se encontraban a una distancia adecuada. Ello permitió a los ingenieros de la vanguardia enemiga montar un par de cañones de artillería con los cuales comenzaron a bombardear las defensas marcianas.

El enemigo había alcanzado la primera línea defensiva de los hindúes, y pese a haber sufrido terribles bajas, al haber conseguido llegar a una zona a cubierto, pudieron comenzar a resistir el fuego de las tropas terrestres. Mientras tanto, en el frente oeste sucedió algo parecido y los defensores tuvieron que retroceder, destruyendo un par de ametralladoras de primera línea para evitar que el enemigo las utilizara en su contra. En ese momento, utilizaron los exoesqueletos hindúes, en respuesta al avance venusiano. Además, los del enemigo estaban ya bajo el alcance de los lanzagranadas, y 2 de ellos ya se habían desplomado sobre sus piernas al recibir varios impactos directos de estos.

Cuando la batalla parecía volver a decantarse a favor de los hindúes, una nave venusiana estaba orbitando sobre los límites entre la atmósfera y el espacio, a unos 200 km sobre la superficie. De ella salieron más lanzaderas siguiendo la dirección de las anteriores… haciendo la situación desesperada para Kevala y sus compañeros; no dejaban de aparecer enemigos desde el cielo, ya habían perdido casi todas las ametralladoras, quedaban solamente 3 exoesqueletos amigos, y estaban retrocediendo hacia la última línea de defensa. En ese momento, recibieron una transmisión del cuartel general. La flota hindú se estaba enfrentando ahora mismo a un ataque a gran escala de la armada venusiana, y sobre ellos estaba situada una barcaza de asalto planetario, que contenía miles de lanzaderas repletas de soldados, y que era la responsable de su situación actual. Sus ordenes eran vender sus vidas lo más caro posible…

Esta transmisión tan poco alentadora fue transmitida a los escasos 200 soldados supervivientes, y toda esperanza desapareció en sus corazones. Kevala se hallaba junto al cadáver de quien fuera su capitán, cubriéndose del fuego enemigo. Entonces se le ocurrió una idea. Estaban en un espaciopuerto, que demonios, ¿por qué no coger una de las cápsulas de emergencia y salir volando de allí a otro lugar más seguro? Se encaminó hacia los hangares, aún en manos terrestres, y avisó a Malya para que le siguiera. En el fragor de la batalla no les echaron en falta, probablemente les darían por muertos.

Una vez llegaron al silo donde se encontraban las cápsulas, Kevala avanzó hacia el panel de mandos, para abrir el tejado y permitir la salida de los vehículos. Una vez hecho esto, se percató horrorizado de un importante detalle. Habían gastado prácticamente todas las reservas de combustible… estaban atrapados. Le comunicó la noticia a Mayla, pero éste tuvo una brillante idea: en la colonia tendrían combustible suficiente para permitirles escapar. Sólo tendrían que evitar al enemigo hasta llegar allí… y si no lo conseguían, bueno, iban a morir de todas maneras.

Salieron del hangar por la puerta sur, evitando así la mayor parte de la refriega, y consiguieron apartarse del combate sin que se percatasen de su huida. La visión de sus camaradas masacrados bajo el fuego enemigo les estremeció, así que procuraron no mirar atrás…

En la colonia reinaba el silencio. La gente estaba atrincherada en sus hogares, y no había a quién preguntar. Afortunadamente Kevala recordaba haber visto unos depósitos de combustible en la entrada opuesta de la cúpula bajo la cual se hallaban. Se dirigieron hacia ellos, rezando por encontrar algún vehículo con el cual transportar el carburante, y parece ser que tuvieron suerte, ya que había un transporte todo terreno adaptado para ello junto a los depósitos. Además también vieron un muchacho aterrorizado corriendo hacia su casa. Probablemente pensaría que eran los primeros soldados invasores que acababan de entrar en la ciudad. Los ojos de Kevala se quedaron pensativos mirando al infinito… hasta que se dio cuenta de lo que estaba viendo, un laboratorio de investigación de materiales, y se le ocurrió cómo dar su merecido a esos cabrones. Le explicó su idea a Mayla: construirían un imán pulsante destructivo. Se trataba básicamente de hacer circular una gran intensidad por dos bobinas de superconductor, y se separan con una explosión. Esto genera un campo magnético tremendo, que fácilmente podría desestabilizar el confinamiento magnético de la antimateria de los motores de la nave destruyéndola en el proceso. El único problema es que necesitarían acercarse mucho a la nave… pero ya tenían combustible para la cápsula. Sería una misión suicida. Al menos, se les llevaría consigo al infierno. (“Hey, ‘Sin título’, ¿eso os enseñan ha hacer en la universidad?”)

Entraron al laboratorio, cogiendo una pesada bombona de helio líquido, algo de explosivo y un par de bobinas de plomo, y salieron con el vehículo velozmente hacia el espaciopuerto. Con más suerte que otra cosa, consiguieron atravesar las líneas enemigas y llegar indemnes a su destino. Cuando bajaron del transporte no vieron más que muerte; apenas 20 soldados resistían valientemente sin apenas munición alrededor del hangar. Los tenaces supervivientes les preguntaron que habían estado haciendo, y Kevala y Malya les contaron su plan, y todos estuvieron de acuerdo en llevarlo a cabo. No obstante, las tropas venusianas tenían algo que decir a todo esto, y les obligaron a defenderse dentro de los edificios.

Kevala corrió rápidamente junto a otros 2 soldados, hacia las cápsulas, llevando el helio, las bobinas, el explosivo y el carburante necesario para llegar hasta la nave enemiga. Mientras montaba el imán, los soldados enemigos se iban abriendo paso a través de los pasillos del complejo, y cuando el dispositivo estuvo a punto, subió a la cápsula y cerró la entrada, mientras veía a los 2 últimos soldados hindúes luchando por darle unos segundos para despegar… Tras lo cual, estuvo a punto de perder el sentido por la brutal aceleración a la que se vio sometido.

Guió la cápsula con los controles manuales como buenamente pudo hacia lo que parecía ser la barcaza de asalto planetario, y poco a poco, vio que no se equivocaba. Estaban a punto de colisionar cuando accionó el imán, y como Kevala esperaba, la antimateria desintegró al contactar con la materia de la nave, liberando enormes cantidades de energía en forma de calor y radiación gamma, destruyendo completamente la nave.
La radiación alcanzó la superficie del planeta, barriendo para siempre el espaciopuerto, la colonia 27, y otros 100 km a la redonda. El arma definitiva contra las naves venusianas había sido creada, pero no quedaba nadie para atestiguarlo… salvo aquél joven muchacho que vieron en la colonia, sólo que a partir de entonces, el chaval era más grande, fuerte, verde e irascible que antes, a consecuencia de la radiación gamma. Desde entonces se le conocería como “la Masa”.

FIN







Este es el relato que presente para la asignatura de fisica en la ciencia ficción. Como no me apetecia pensar una entrada, y ya tocaba poner algo, pues con esto os dejo

6 comentarios:

David dijo...

Empecé a leerlo y no recuerdo si lo terminé... a ver si en algún ratete me pongo y lo leo/releo.

Mi idea inicial era currarme el comentario tanto como tú tu entrada y ponerte tal cual lo que te escribí cuando lo pusiste en Guttburgo. Pero ehm... digamos que no era muy congruente. ¿Te imaginas que el comentario que te pongan fuera:

- dediquémosle un gran lol -?

Pues eso XD Luego la leo/releo

Milú el Bárbaro dijo...

como quieras, si no te apetece no lo hagas :P

Maniche dijo...

vago, actualiza

Milú el Bárbaro dijo...

he actualizado... ademas que yo sepa, tu no habias leido esto

Anónimo dijo...

¿Dónde está la chica de la película?... Bufff estoy cansado después de la batalla

Maniche dijo...

si lo habia leido listo